Las Cuevas de Mogao en Dunhuang
En la danza de Shen Yun 2018, Despertar, un antiguo soldado busca la redención en las legendarias Cuevas de Mogao. Creadas en el año 366 y conocidas como las “Cuevas de los mil budas”, las Cuevas de Mogao tienen una encantadora historia. Este remoto santuario es una maravilla sagrada, a la cual muchos han peregrinado durante siglos para rendir tributo y observar su esplendor con sus propios ojos.
El Corredor Hexi al noroeste de China está rodeado por desiertos en el sur, vastas mesetas en el norte, y montañas al este y al oeste. En este angosto pasaje encontramos la ciudad oasis de Dunhuang, una parada bendita en la Ruta de la Seda que atraviesa la provincia de Gansu al noroeste de China. Durante siglos, Dunhuang ha sido un lugar especial para el agotado viajero, y no solo por su centro comercial. A 24 kilómetros de sus bulliciosos mercados están las Cuevas de Mogao, hogar de una de las colecciones más impresionantes de pinturas y estatuas budistas del mundo.
Cuenta la leyenda que un monje budista llamado Le Zun estaba en un largo viaje hacia el Paraíso Occidental. Al cruzar por el Desierto de Gobi, paró en la Montaña Sanwei, cerca de Dunhuang. Allí encontró un manantial especial, y luego de saciar su sed con sus dulces aguas, se sentó a descansar.
Fue durante el crepúsculo, y mientras admiraba la puesta de sol, que de repente las montañas comenzaron a brillar. Miró hacia arriba y vio la imagen de un glorioso Buda Maitreya dorado flotando en el cielo. Luego surgieron mil budas brillantes rodeados de doncellas celestiales que tocaban música celestial.
Profundamente conmovido por la radiante escena, Le Zun inmediatamente decidió quedarse y conmemorarlo. Le Zun había aprendido a pintar y esculpir, así que aprovechó estas habilidades para recrear su visión.
Años después, otro monje budista llamado Fa Liang llegó al mismo lugar y tuvo una visión idéntica. Fa Liang entonces llenó una segunda cueva con pinturas y estatuas que reproducían la escena divina.
Mogao se convirtió rápidamente en un lugar de peregrinaje para budistas, artistas, funcionarios y muchos otros. Se cavaron más de 500 cuevas en la Montaña Sanwei, muchas de ellas durante la Dinastía Tang. En los siglos siguientes las cuevas se llenaron de escrituras religiosas e incontables murales budistas. Actualmente conservan algunas de las mejores obras de arte de la Dinastía Tang, incluyendo murales, esculturas y artefactos.
Dentro de una cueva de Mogao, generalmente el componente central es un Buda, rodeado de otras deidades y asistentes celestiales. Una de las estatuas más famosas de Mogao es la figura en arcilla del Buda Maitreya. Con más de 30 metros de altura, es una de las más grandes del mundo.
Para los antiguos chinos, que creían que el Cielo protege a los devotos, las imágenes de las cuevas eran particularmente impactantes. Las cuevas con las pinturas más elaboradas tenían murales que cubrían las paredes y el techo: Budas, Pusas, doncellas celestiales (especialmente en los techos), pinturas narrativas y representaciones de paraísos celestiales. Un motivo predominante en los murales eran las incontables filas de pequeños Budas sentados en la posición de loto, de ahí las “Cuevas de los Mil Budas”. Algunas imágenes describen la gran solemnidad del Buda; otras, los terrores del infierno para los perversos. Era una creencia común que los dioses se les aparecían a los devotos en visiones, y que por eso las escenas pintadas eran consideradas descripciones exactas, un vistazo terrenal a reinos de otros mundos.
Siglos después, con la decadencia de la Ruta de la Seda, las Cuevas de Mogao lentamente quedaron olvidadas para el resto del mundo.
En la danza de Shen Yun 2018, Despertar, un soldado llega a los templos de las cuevas de Mogao para comenzar de cero. Después de años rodeado de violencia y destrucción en las batallas, se encuentra rodeado de muertos y se ve abrumado con remordimiento y angustia. Un monje budista aparece a su lado y lo lleva hacia los templos de las cuevas de Mogao. Allí, el desesperado soldado decide convertirse en monje y llevar una vida de simple devoción para conseguir la redención. Le da la espalda a la vieja gloria y renuncia a los lazos del pasado para emprender una vida que trasciende lo mundano. Al final, el soldado es recompensado con la visión de un esplendor de otro mundo, y se regocija al descubrir que la vida es mucho más de lo que vemos con los ojos.
30 de enero de 2018