El Gran General Han Xin
Han Xin (231 a.C. -196 a.C. aprox.) fue uno de los estrategas militares más destacados de la historia china. Se hizo famoso por ayudar a Liu Bang a hacerse del poder y dar paso al reinado de 400 años de una de las dinastías más gloriosas de China. Y sin embargo, lo que generalmente se relata como lección de tolerancia es una historia que ocurrió cuando Han Xin era joven.
Han Xin quedó huérfano cuando era pequeño y vivió en la pobreza, con poco para comer. Viendo lo hambriento que estaba el niño, una mujer de su pueblo lo alimentó durante varias semanas. Esto dejó una profunda impresión en Han Xin.
Pero no todos en el pueblo tenían tan buen corazón. Aunque era pobre, a Han Xin le encantaba practicar artes marciales y, al igual que la mayoría de los chinos que practicaban artes marciales en esa época, generalmente llevaba una espada. Un día, mientras caminaba por la calle, Han Xin se encontró con otro muchacho en la puerta de una carnicería.
“Pareces grande y alto, ¿pero cuán fuerte eres?”, se burló el matón. Los transeúntes comenzaron a reunirse a su alrededor.
El muchacho continuó desafiando a Han Xin con su vozarrón: “Si no tienes miedo de morir, te reto a que me cortes la cabeza. Si tienes mucho miedo, entonces arrástrate entre mis piernas”.
Sorprendido, Han Xin se quedó mirando al muchacho, sopesando el ultimátum. Matarlo significaría que definitivamente sería ejecutado como castigo. Arrastrarse entre sus piernas implicaría una humillación pública del peor tipo.
Han Xin reflexionó durante un rato. Luego se arrodilló lentamente y comenzó a arrastrarse entre las piernas del otro muchacho. La muchedumbre se rió a carcajadas, sosteniéndose la barriga con una mano y señalando al timorato de Han Xin con la otra.
Pero Han Xin tenía en mente asuntos más importantes.
Nace una nueva dinastía
Al final de la Dinastía Qin, China estaba en caos y varios Estados luchaban por tener el control. Han Xin se reunió con Xiang Yu el Conquistador, soberano del más poderoso de los Estados guerreros, y se ofreció para servirle como general.
Xiang Yu desestimó los talentos de Han Xin, y le ofreció un trabajo de bajo nivel. Han Xin no se dio por vencido y fue a ofrecerle sus servicios a Liu Bang, soberano del Reino Han, que era mucho más debil.
Uno de los consejeros de Liu Bang, Xiao He, había oído de Han Xin y lo admiraba mucho. Le aconsejó intensamente a Liu Bang que lo reclutara, pero Liu Bang lo rechazó repetidas veces. Nuevamente, a Han Xin le dieron una posición baja, a cargo de administrar las proviciones. Frustrado, Han Xin decidió irse. Pero a último momento lo visitó Xiao He, quien no hizo su verificación de la tarde para convencer al joven de que se quedara. Le prometió que intentaría convencer una vez más a Liu Bang de que Han Xin era muy valioso.
“Han Xin es uno de los hombres más talentosos de nuestra nación”, dijo Xiao He a Liu Bang. “Si solo le interesa permanecer como el soberano de nuestro Reino Han, adelante, no necesita a Han Xin para eso. Pero si usted quiere reinar sobre toda China, solo Han Xin puede armarle una estrategia para que eso sea posible”.
Esas fueron las palabras mágicas. Liu Bang finalmente siguió el consejo de Xiao He y designó a Han Xin como su general principal. Entonces Han Xin concibió una estrategia militar brillante e integral para derrotar a Xiang Yu y a los otros Estados, y Liu Bang estuvo de acuerdo en ponerla en práctica.
La estrategia comenzaba con un truco: los hombres de Han Xin avanzarían hacia el Reino de Yong simulando estar arreglando los caminos, pero en cambio, lanzarían un ataque sorpresa. El plan funcionó. La victoria fue rápida y las fuerzas de Han Xin conquistaron fácilmente el territorio.
Con una variedad de estrategias innovadoras, Han Xin luego capturó al Rey Bao del Reino de Wei, al Rey Ge del Reino de Zhao y a los estados de Yan y Qi al norte y al este. Con estos nuevos territorios bajo el control de sus fuerzas, Han Xin circundó el Estado de Chu, rodeando a Xiang Yu desde todas las direcciones. Xiang Yu el Conquistador estaba acabado –se cortó la garganta en la ribera del Río Wu.
Con la ayuda de Han Xin, las fuerzas de Liu Bang alcanzaron la victoria y se convirtió en el primer emperador de una nueva dinastía: la Han (no es el mismo ideograma chino que el Han de Han Xin).
Lealtad y traición
El primer libro de historia de China, Shiji, describe a Han Xin como “incomparable en los asuntos de Estado”, con un “mérito sin igual en todo el territorio”. Liu Bang incluso se jactaba de que su general principal podía “controlar incluso a un millón de tropas y era un éxito seguro en la batalla”.
A pesar de ser una de las estrellas del imperio, Han Xin no se olvidaba de la gente de su antiguo pueblo. Por eso, luego de ser nombrado Rey de Chu, volvió de visita. Buscó a la mujer que tan amablemente había compartido su comida con él hacía tantos años. Han Xin le dio 1000 jins (casi un kilo) de oro para pagarle por su bondad.
Han Xin encontró al hombre que lo había humillado al hacerlo arrastrar entre sus piernas. Ni bien el hombre reconoció a Han Xin, se aterrorizó y le rogó que lo perdonara. Han Xin tenía un corazón de gran tolerancia. En vez de vengarse matando al hombre, Han Xin decidió darle una oportunidad y lo nombró lugarteniente a cargo de la seguridad en la capital de Chu.
Han Xin también era notoriamente leal. Al conquistar el Reino de Qi, algunos lo instaron a abandonar a Liu Bang y establecer su propio reino en las tierras que había conquistado. “Mi gratitud hacia el Rey Han es extremadamente profunda”, se dice que respondió Han Xin.
“Me permitió viajar en su carro, vestir sus ropas y me dio una parte de su comida para comer. Escuché que si viajas en el carro de otra persona, debes compartir la responsabilidad por las desgracias que esta encuentre; si usas las ropas de otra persona, debes resolver sus preocupaciones; y si consumes la comida de otro hombre, debes serle leal hasta la muerte. ¿Cómo podría abandonar la moral y la justicia por mi interés personal?”
La lealtad de Han Xin provenía de su creencia en obedecer la voluntad del Cielo y de la convicción china de que los emperadores reciben su poder debido a una bendición celestial.
En una oportunidad Liu Bang le preguntó a Han Xin: “¿Cuántas tropas crees que puedo liderar?”
“Cien mil”, respondió Han Xin.
“¿Y tú?”, le preguntó Liu Bang.
“Cuantas más tropas, mejor las manejo”.
“Si eres tan capaz, ¿por qué eres mi súbdito?”
“Su posición es designada por el Cielo”, respondió Han Xin. “No es algo que los humanos podamos cambiar”.
A pesar de que Han Xin aseguraba que no tenía intención de usurpar el trono, con el tiempo, Liu Bang y la Reina Lu comenzaron a tener sospechas y a envidiar al gran general. Finalmente, la Reina Lu lo acusó de “tramar una rebelión”. A Han Xin le tendieron una trampa y fue asesinado junto a su familia en el Palacio Changle. Los que quedaban de su clan también fueron exterminados.
A pesar de su injusto final, la historia de Han Xin permanece siendo fuente de inspiración después de 2.000 años. Recreando un clásico, la danza de Shen Yun Han Xin revive la lealtad, la valentía, la clemencia y la fe del general, honrando la vida de este gran hombre y los valores que imprimió en este capítulo de la historia china.
02 de agosto de 2011