Malentendido 1: “Pero cuando estuve en China vi…”
Si se les pregunta a los occidentales a qué asocian el término “cultura tradicional china”, muchos responderán algo como “bailarines en túnicas en la ceremonia de apertura de las Olimpíadas de Beijing”, “movimientos de artes marciales de películas como Hero” o “los programas del nuevo Instituto Confucio que hay en mi universidad”.
En realidad, aunque estos ejemplos contienen componentes superficiales de la cultura tradicional china, les falta un ingrediente esencial, uno que el Partido Comunista Chino (PCCh) ha intentado destruir durante décadas: la tradición de autodisciplina espiritual y veneración a lo divino.
Desde los tiempos antiguos, el pueblo chino ha creído que los seres divinos, a través de varias dinastías, transmitieron a los humanos la rica cultura china. En particular, las tres religiones principales de Confucianismo, Budismo y Daoísmo han sido el núcleo de este patrimonio. Estas han inspirado la espiritualidad y la fe, al tiempo que sembraron la reverencia por valores como benevolencia, justicia, etiqueta y sabiduría.
Sin embargo, con sus raíces ateas, el PCCh intentó socavar estos valores y creencias, temiendo que la fe en lo divino debilitara la lealtad al partido. Ha lanzado varias campañas –la más notable, la Revolución Cultural– para destruir sitios culturales y religiosos, al tiempo que forzó al pueblo chino a adoptar su filosofía de “luchar contra el Cielo, luchar contra la tierra y luchar contra el hombre”.
Así, en la China actual el PCCh patrocina espectáculos o exposiciones que describen superficialmente las leyendas o el vestuario tradicional, pero la esencia subyacente ya no está.
Es fácil interpretar tales demostraciones como representaciones auténticas de la cultura tradicional china, y a la vez interpretar las actuaciones de Shen Yun –con sus referencias a los budas, daos y dioses– como proselitismo de creencias religiosas.
Pero en realidad, ya que la creencia en lo divino es tan central para la cultura china, omitirla en las artes significa no hacer justicia a toda su gloria y magnificencia. Es justamente esta tradición perdida, con todo su profundo significado interior, lo que Shen Yun apunta a revivir.
16 de septiembre de 2011