Formando sueños, escalando montañas
Hay un viejo dicho: “Un sueño es sólo una realidad distante”. Algo que he aprendido mientras me preparaba para ser un bailarín profesional es que cuando reunimos el coraje para desafiarnos a nosotros mismos, podemos hacer que nuestros sueños estén un poco más cerca de la realidad.
Es fácil tener un sueño, pero no todos tienen la audacia de dar ese paso extra para lograrlo. Muchas veces la gente retrocede incluso antes de dar el primer paso, intimidados por lo desconocido. Después de todo, ese primer paso podría hundirte en terribles profundidades o elevarte para conquistar montañas. En ese momento antes de dar el primer paso, no sabes qué encontrarás realmente.
Hace seis años, yo estaba en una encrucijada y di mis primeros pasos hacia el camino de la danza. No puedo decir que ya conquisté la montaña, pero estoy seguro de que no caí por ningún precipicio. No sé si llegaré a la cima más alta, ni siquiera si alguna vez encontraré esa cumbre, pero hasta ahora he ganado mucho.
De lo que sirvió es para que mi madre piense que ya superé muchas montañas. “Antes de que comenzaras a bailar, te tropezabas con tus propios pies”, dice. “Ahora puedes dar volteretas en un santiamén”. Bien.
Para mí, la montaña más peligrosa que tuve que conquistar es el salto mortal aéreo. Mientras mis compañeros avanzaban a la velocidad de la luz, yo apenas podía mirar al profesor cuando lo demostraba y pensar: “¿Primero levanto mi pierna derecha o la izquierda? ¿Cómo hace para que sus pies queden encima de su cabeza sin caerse al piso? ¿Por qué sus manos no tocan el suelo?” Incluso cuando pude responder las preguntas que daban vueltas en mi cabeza, mi cuerpo seguía teniendo problemas para convertir esos pensamientos en acción. Yo le decía a mi pierna derecha que saltara primero, pero era la izquierda la que respondía antes.
Nunca olvidaré la primera vez que logré hacer el salto mortal aéreo. Fue un domingo a la tarde. Había esparcido varias colchonetas azules por el suelo del estudio de danza. Los últimos rayos de luz hacían destellar la cinta adhesiva (y la transpiración) que cubría las roturas de las colchonetas. Después de horas arrojándome al suelo, “abandonar” era el pensamiento más coherente que flotaba en el charco que era mi cerebro. Miré con fuerza a los cuadrados de gomaespuma pegajosos y llenos de sudor, y me pregunté: “¿Voy a renunciar así nomás?”
Al instante sentí un golpe de energía que atravesó mi cuerpo. Corrí, salté… y aterricé en el suelo, ¡sin caerme! ¡A salvo! Completamente exhausto, de alguna manera junté las fuerzas para formar una sonrisa. Es uno de los recuerdos más hermosos, pero supongo que es sólo una de las vistas que encontraré mientras sigo escalando más alto en la montaña.
Zack Chan
Bailarín
Zack Chan es bailarín de la Compañía Mundial de Shen Yun
09 de junio de 2016