'El renacimiento divino comienza'
El renacimiento divino comienza –ese es el título de la danza con la que cerramos nuestro espectáculo hace unos años. La danza comienza con un grupo de personas haciendo los ejercicios de Falun Dafa, haciendo los mismos movimientos que cien millones de personas practican en todo el mundo. La historia luego sigue a los dos protagonistas, muestra la persecución que ellos sufren y la redención final del universo.
Durante una frenética temporada de ensayos, íbamos cambiando de roles. Un mes antes de la gira, me tocó uno de los roles protagónicos. Recuerdo que fue muy confuso tener que aprender un nuevo personaje dos días antes del ensayo con vestuario.
Pero cuando comenzamos la gira de ese año, me di cuenta de que no importaba quién hacía cada personaje. Lo que importaba eran los personajes mismos. Cuando el telón se abría por última vez en cada show, podía sentir más fuerte que nunca la alegría de bailar para otros. Lo que importaba era la historia –una historia que, de cierta manera, es mi propia historia…
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5 de junio de 2002. Portland Place, Londres. En el suave verano inglés, un niño y su madre su unen a una docena de personas. Se sientan en la acera frente a la Embajada de la República Popular China, cierran los ojos y meditan. Han comenzado una sentada pacífica continua, las 24 horas del día, los siete días de la semana.
En los meses siguientes, el niño duerme en una tienda de campaña, come su almuerzo en cajas descartables y actualiza el cartel que cuenta los días con números de papel, para su diversión. Durante la semana se despierta, sale de la tienda de campaña, se viste con su uniforme escolar británico, se lava los dientes en un McDonalds y viaja una hora en el metro hasta su escuela en los suburbios. A la tarde regresa y hace su tarea sobre la acera.
Estas sentadas, o como les decimos, “apelaciones”, fuera de las sedes diplomáticas chinas en diferentes países fue uno de los tantos esfuerzos que iniciaron los practicantes de Falun Gong en todo el mundo para oponerse a la inhumana represión de sus compañeros de creencia en China. La persecución comenzó el 20 de julio de 1999 y la cifra de muertos al ser torturados bajo custodia seguía creciendo, y todavía sigue creciendo hoy, día a día. Lo principal para nosotros era que la gente lo supiera, decirle a los chinos y a la comunidad internacional qué era lo que estaba pasando –en un momento en que todo el mundo estaba siendo engañado por las mentiras de la abrumadora maquinaria de propaganda del Partido Comunista Chino.
Así que hacíamos todo lo posible. Organizamos grandes desfiles, vigilias con velas y conferencias de prensa. Otros practicantes de Falun Gong establecieron sitios web y periódicos independientes, rompieron la Gran Muralla de Fuego de la Internet de China, llamaron a las cárceles y estaciones de policía de China y enjuiciaron a los culpables en los tribunales internacionales. Le contamos a todo aquel que quería escuchar sobre la persecución –desde el público en general a los funcionarios del gobierno y turistas chinos.
Se podía ver a abuelos y abuelas repartiendo folletos en Trafalgar Square y Cambridge, tal como se los puede ver también frente a la Torre Eiffel y la Ópera de Sídney. Imperturbables cuando a veces recibían insultos, escupitajos o acusaciones de “avergonzar a China”, incluso cachetazos; han hecho frente a la humillación y a los elementos para persistir día tras día, año tras año. Ya van 17 años. Siempre pacientes, con palabras de compasión, han disipado las mentiras y le han dicho al mundo la verdad sobre lo que está pasando con Falun Gong en China.
Ninguna otra sentada fuera de una embajada de la RPC en todo el mundo ha durado tanto como la permanente de Londres. A veces, otros grupos de derechos humanos aparecen para gritar lemas al edificio art decó. Pero incluso en esos momentos, los meditadores pacíficos siguieron firmes por su causa –sentados. Llegan a su turno según un cronograma voluntario, practican los suaves ejercicios de Falun Dafa, nunca dejan de buscar la paz mental en medio del rugido del tráfico londinense…
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Cuando el conteo de los días frente a la embajada china alcanza los 100, es momento de agregar un tercer dígito en el cartel. El niño agrega una nueva ranura de plástico para los números de papel, y le pregunta a su mamá: “Mami, ¿cuándo vamos a dejar de protestar?”. La respuesta de mamá es simple e inolvidable: “Cuando termine la persecución”.
Una década después, el niño y su madre están separados por el océano. Mamá todavía está allí, a veces va en el turno de la noche y después se va directo a trabajar a su oficina en el centro de la ciudad, también reparte folletos en el barrio chino durante su hora del almuerzo.
Pero el niño ya no está. Su camino lo ha llevado a miles de kilómetros de distancia, desde una acera en Londres a los escenarios del mundo. La llovizna inglesa fue reemplazada por luces de escenario que encandilan. El ruido sordo de los autobuses de dos pisos fue reemplazado por la eufonía que emana de la orquesta. Los transeúntes ocasionales se transformaron en teatros llenos de damas y caballeros ataviados con sus mejores galas. Y los turistas chinos engañados, que solían escupir e insultar, han sido reemplazados por espectadores chinos entre el público, recuperando con orgullo la cultura tradicional que una vez casi perdieron.
El niño, una vez un manifestante silencioso, ha encontrado una poderosa voz: el arte silencioso de la danza.
Entonces te imaginarás su emoción cuando el telón se abrió por última vez, revelando una escena y una historia de la China actual. ¿Te imaginas sus alegrías y tristezas, mientras su nostalgia adolescente y una década de perseverancia bajo el viento y la lluvia lo inundan en ese instante sobre el escenario? Él siente el honor y el orgullo y la liberación de poder bailar no solo para sí mismo, sino también para su mamá que aún está sentada frente a la embajada, para los abuelos y abuelas con sus folletos, para los millones que aún sufren torturas indescriptibles, detención y represión en China, y por los muchos millones en el mundo que comparten su creencia: que el bien prevalecerá.
Ben Chen
Bailarín de la Compañía de Gira de Shen Yun. Escribe con acento británico.
14 de julio de 2016